miércoles, 17 de diciembre de 2008

Vivir Para Dejar.

Alicaído despertaba cada mañana en el rincón de esa árida habitación, olisqueando con inusitada profundidad su apopléjica consciencia, y las gotas de sangre en ella.

Lavó sus manos por más de mil veces.

Regurgitó las más reverberantes trizas de lo que parecía ser el brillo culposo de su alevosa fascinación por algo que sólo podía denominarse como alguna extraña perversión.

Vociferó y clamó con sus pupilas apuntando inequívocamente a las alturas por divina absolución.

Cavó en lo insondable del lúgubre solar donde sostenía las raíces del manzano para así depositar en el parque del olvido los rastros de un pretérito bien definido.

Su dicotómico camino ya estaba marcado, en un rumbo de una vía, sin salida, sin embargo intento seguir viajando entre telarañas y recuerdos distantes, ambiguos y con destellos de afectos constreñidos en algún lugar de sus entrañas, que ante tamaño ahínco no pudieron más que esparcirse por el pavimento, y servir de manjar a las bestias, tal como alguna vez expresó "como un perro, como un perro".

1 comentario:

Joer dijo...

Que bonito todo y que miedo como está tapado hasta el cuello con adorno y censura "sin querer", defendiendo la propiedad privada, protegiendo la integridad caótica.

=B